jueves, 13 de agosto de 2009

LOS VALORES EN LA ESCUELA (EDUCACIÓN)

Los valores en la Educación




Entrevista con el Lic. Efraín González Luna Morfín.


Actualmente se habla mucho de la necesidad o la ausencia de los valores en distintos campos de la vida social, pero especialmente en la escuela. Sin embargo, ¿de qué estamos hablando cuando nos referimos a los valores? ¿qué son los valores?


Todos tenemos, en el conocimiento y en la realidad de la vida, la experiencia de lo que son los valores. El valor es otro nombre que se le da al bien. Es una terminología que se empezó a generalizar primero en un ambiente filosófico y después en el lenguaje común sobre todo en el último cuarto del siglo pasado y a partir de la escuela valoral alemana, la cual define algunas características que no necesariamente acepta todo el que habla de valores.


Una primera cuestión, muy importante desde el punto de vista filosófico y educativo es saber si los valores se dan en la realidad o son simplemente maneras de sentir. Hay determinadas posiciones que dicen con toda claridad algo que me parece muy grave y que creo es equivocado: los valores valen, pero no son. Esto nos lleva al siguiente cuestionamiento : si los valores no son, ¿cómo valen? Esta posición tiene detrás una filosofía de índole racionalista-subjetivista, normalmente de origen kantiano, que no es preciso desarrollar aquí en detalle. En todo caso, parto del supuesto de que los valores valen y valen porque son. Son una realidad en el orden del ser, del ser real, del ser de las cosas, del ser del hombre en lo individual y en lo social. En ese sentido, entonces, el valor o el bien es una realidad que tiene tres características fundamentales : primero, es una realidad que conviene; segundo, es una realidad que perfecciona ; y, tercero, es un realidad que se relaciona con todos los seres que hay en el mundo. Esto, en términos educativos, tiene una enorme importancia : si la educación ha de ser humanista, es decir, promotora de la perfección de los seres humanos, entonces necesariamente deberá ayudar a promover los valores que convienen, perfeccionan y desarrollan a todos los seres humanos.


Cuando hablamos de valores, se nos viene a la mente el asunto del conflicto moral y de la escala de valores...


Esta también es una experiencia común a los seres humanos, la experiencia del conflicto de atracciones, como por ejemplo, el que determinadas realidades pueden atraer en plan sensible y al mismo tiempo repeler frente a un juicio honrado de la conciencia. Esta es parte de la realidad personal que cada uno asume en su propia educación. Esta es una afirmación sumamente sencilla, y profunda a la vez, de que los valores son realidades objetivas. Por tanto, educar en valores, exige, entre otras cosas, conocer la realidad objetiva. Por eso es tan importante en el plano educativo tener una idea aunque sea general de la clasificación de los valores que todos vivimos en nuestra vida, por ejemplo desde el punto de vista de su realidad y contenido. Así, tenemos valores materiales, valores biológicos, valores psicológicos, valores espirituales y podríamos seguir señalando otras categorías, todas las cuales tienen que ver con el ser humano.


De este modo, abriendo los ojos a nuestra experiencia de todos lo días, sin ninguna dificultad podemos reconocer la enorme riqueza valoral de la existencia humana: valores psicológicos, como dotación personal de capacidades de distinto tipo que deben realizarse y desarrollarse en nuestra vida, los valores de la voluntad, del afecto, de la inteligencia, los valores del encuentro consigo mismo y los de la relación con los demás. Sin embargo, al mismo tiempo, reconocemos también la existencia de límites o, si se quiere hablar con un un vocabulario relacionado con el anterior, de antivalores. En otro lugar sugería que hay otra clasificación muy importante de los bienes y de los valores, según sean buenos y valgan en sí mismos o sean simplemente medios para lograr otro fin. Por ejemplo los valores o bienes útiles, como su nombre lo indica son medios para un fin, y en la medida en la que cumplan esta característica, lo son verdaderamente, y hay muchas ocasiones en la vida en que todos aceptamos medios desagradables y dolorosos, por ejemplo, pasar el trance de una intervención quirúrgica para recuperar la salud.


Esto hay que señalarlo en contra de mentalidades de índole dualista o de índole maniquea que consideran que todo lo que sea agradable, placentero y deleitable necesariamente es un valor. No tiene sentido entonces olvidar determinadas categorías de valores, como los materiales biológicos. El bien agradable en sí mismo, lo es de veras; el problema es cómo lo usamos los seres humanos; yo creo, por ejemplo, que un abuso cuantitativo en comida o de bebida, no les quita lo agradable.


Ahora bien, el valor fundamental, necesario para poder regular estos dos bienes o valores, es el que podemos llamar de índole moral, es precisamente el bien del hombre en su conducta consciente y libre desde el punto de vista de sus auténticos fines humanos. Entonces, lo agradable y lo útil, tendrán un sentido constructivo y educativo en la vida humana, en la medida en que estén integrado en una correcta jerarquía de valores, presidida por los valores de índole ético moral. En el fondo,se trata de elementos muy sencillos, pero muy profundos, de toda conciencia humana, y que, en la medida en que va avanzando la madurez de la persona, se va captando con más precisión la diversidad de los valores y la necesidad de jerarquía y de orden entre ellos.


Esta conformación no está exenta de conflictos de índole moral que tienen un sentido educativo. Pensemos, por ejemplo, en el problema en que se encuentra un estudiante común y corriente cuando tiene que escoger entre dos usos de su tiempo disponible, simplemente utilizarlo en un programa divertido de televisión o en un buen jueguito de futbol, o en ponerse a hacer una tarea que no le atrae tanto, pero que tiene implicaciones más profundas para su vida futura. Son problemas de la vida real, la opción entre el deber y lo agradable. En el fondo, muchos problemas de la vida social se pueden se pueden entender dentro de esta estructura de relación que existe entre los diversos bienes o valores.


Pareciera que el tema de los valores no puede ser abordado sin hacer referencia a otras disciplinas que los trascienden como la filosofía o la antropología...


Es inevitable relacionar los bienes o valores con la naturaleza humana puesto que estamos hablando de la educación de los seres humanos. En el fondo de toda acción educativa tiene que haber determinada concepción acerca de la naturaleza, el origen y el destino de los seres humanos. Como sea la idea que se tenga del ser humano, así será la idea de idea de educación. De allí que la educación necesita inevitablemente una base antropológica. En este sentido, podemos considerar algunos aspectos esenciales de nuestra propia naturaleza humana y relacionarlos con los valores o bienes en el ámbito educativo. Una primera afirmación fundamental es que cada uno de nosotros es una persona humana, es decir una unión substancial de cuerpo material, orgánico y de alma espiritual. En la definición clásica que se repite durante siglos cada uno de nosotros es una persona, es un ser substancial, individual, de naturaleza racional; esto quiere decir que existe en sí mismo, no es propiedad o característica de otro. Y la individualidad es algo muy bueno, pero es indispensable para el desarrollo de las personas que no confundamos individualidad con individualismo. Como personas que somos cada uno de nosotros es un sujeto de derechos y de obligaciones y esta es la base fundamental de todos nuestros derechos, de toda nuestra dignidad, pero también de todas nuestras obligaciones y de nuestra capacidad educativa. Estrictamente hablando educar es actualizar las capacidades de perfeccionamiento de la persona humana. En este sentido, sin duda toda educación tiene que ser personalista y personalizadora: personalista no en el sentido de egoísta, sino respetuosa de la persona, y personalizadora en el sentido de desarrollar cada vez más las capacidades de la persona humana.


Frecuentemente se señala que la escuela parece interesarse sólo por la transmisión de conocimientos y la adquisición de habilidades cognitivas, olvidandose de la dimensión moral de la formación...


La inteligencia como valor de conocimiento objetivo de la realidad, tiene una importancia decisiva en educación, porque el bien del entendimiento es el conocimiento verdadero con valor objetivo pero, desde el punto de vista moral, —quisiera insistir en este aspecto— recordemos que a nuestro entendimiento, cuando distingue el bien del mal y hace juicios éticos, lo llamamos conciencia moral. De modo que la inteligencia en una de sus funciones básicas de enorme importancia educativa, pero hay que formar la inteligencia no sólo como conocedora científica de la realidad objetiva, sino también como inteligencia conocedora, juzgadora acerca de la conducta moral. Por eso la conciencia no se habla no solamente en presente de indicativo ("esto es bueno") sino que nos habla también en modo imperativo ("haz esto y evita aquello"). Este dato fundamental del conocimiento humano dentro de una rápida descripción antropológica, señala la enorme riqueza de la tarea educativa en materia de valores. Si exageramos la formación de la inteligencia como conocedora científica de la realidad objetiva y menospreciamos la formación de la inteligencia como conciencia moral, creo que estamos educando desequilibrada y equivocadamente al ser humano. Tenemos que hacer el esfuerzo por la educación integral sobre la base de valores de moral natural, con respeto a las convicciones de creencia y de no creencia de las personas, como una tarea indispensable en la educación, es indispensable la estima y la formación de la inteligencia como conocedora, juzgadora y orientadora de conducta moral dentro de la institución escolar.


Señaló antes que los valores tienen existencia objetiva. Sin embargo, no podemos considerarlos al margen de las personas, de su subjetividad, de la vida afectiva de los sujetos...


En efecto, existen el conocimiento sensible y el conocimiento intelectual, pero además el ser humano tiene vida afectiva, sentimiento, emociones, los que los antiguos llamaban las pasiones o el pathos. Este es un dato de enorme importancia humana y educativa. A veces equivocadamente se piensa que toda opción humana basta con que se haga correctamente en el plan intelectual, para que supere los obstáculos de la vida, y resulta que no es así. Por ejemplo, en el caso del trabajo del maestro en aula, cuántas veces predispone positivamente la tarea intelectual del alumno un acercamiento de buena voluntad en servicio del alumno. Un maestro que parezca simpático al alumno, le va a transmitir conocimiento con más dificultad que un maestro que no tenga una buena relación afectiva con sus estudiantes. Los sentimientos son un elemento esencial en la vida humana y precisamente porque, entre otras cosas, conectan el conocimiento con la decisión y la conducta. Los griegos y los romanos tenían una enumeración clásica que abarcaba once sentimientos o pasiones de los griegos y los romanos, que consideraban al amor, el odio, el deseo, la aversión, la alegría, la tristeza, la esperanza, la desesperanza, la audacia, el temor y la ira. Hoy en día las encontramos y vivimos todos los días de nuestra vida con mayor o menor variedad e intensidad, y cuántas veces en la escuela, para que lo conocido por la inteligencia se haga realidad en la conducta, el obstáculo que encontramos no es de índole intelectual, sino de índole afectiva, por ejemplo la desigualdad de trato entre los compañeros y la injusticia que se funda en el predominio de la apatía sobre la simpatía. Muchas veces, en la escala de valores general se subestima la emoción, la vida afectiva, e incluso en determinados aspectos tiene que ver hasta con actitudes exageradamente masculinizantes, pareciera decirse que los sentimientos son cosas de mujeres, y que los hombres no tienen sentimientos o no los manifiestan y como en este mundo no hay disparate sin cliente, est también tiene su clientela, aún en los espacios escolares, donde no debería fomentarse esta situación.


En el fondo, la educación de los sentimientos es fundamental para la convivencia, la cooperación para vivir en la realidad del bien común y, sobre todo para hacer más fácil la traducción en conducta de la verdad conocida por la inteligencia.


Los estudios actuales sobre valores parecen privilegiar dos aspectos: por una parte, el que se refiere a las actitudes individuales y, por la otra, el que se refiere a los problemas de la convivencia humana


En efecto, son dos aspectos indisociables de nuestra vida, la individualidad y al mismo tiempo la socialidad. En un sentido antropológico amplio indudablemente que somos individuos y cada quien es cada quien, por más que lo quieran dos personas, una no puede ser la otra, no puede asumir sus derechos ni sus responsabilidades. Por ello, la educación exige la formación de la auténtica personalidad individual sí, pero también con un claro sentido social, de tal manera que podamos evitar dos amenazas unilaterales, por una parte la amenaza individual que hace a la gente antisocial y, por parte, la amenaza colectivista que la hace antipersonal. Ese es el reto difícil de la vida humana y también de la orientación educativa, esto es, formar individuos capaces de mantener y desarrollar la responsabilidad personal y la cooperación sin despersonalizarse en la relación con los demás, en que se busque el bien común del grupo, pero sin caer en excesos de falta de identidad masificadora.


Al respecto, podemos añadir otro rasgo esta descripción antropológica en relación con valores en educación: Cada uno de nosotros es un ser temporal histórico, pero también está abierto a la trascendencia.


Por ejemplo, si este momento pensamos en afirmaciones evidentes por sí mismas (como dos y dos son cuatro o todo círculo es redondo) lo estamos haciendo en un momento determinado y en un lugar concreto, pero lo que pensamos tiene validez ultratemporal, y eso se da constantemente en la vida humana y en la tarea educativa. En determinada aula, en la clase de nueve a diez, un maestro está enseñando matemática y lo que allí se está aprendiendo, no solamente vale de nueve a diez sino que tiene validez permanente en la medida en que de veras se base en relaciones esenciales de objetos matemáticos. Lo mismo podemos decir de otros campos fundamentales de conocimiento, incluyendo desde luego los principios éticos fundamentales, por ejemplo, que toda persona merece respeto eso vale aquí y ahora, vale en cualquier momento y en cualquier lugar. En ese sentido creo que otro reto muy importante de la educación es la correcta relación entre lo histórico y lo que permanece y tiene valor trascendente. Necesitamos conciencia histórica porque nuestra existencia es sucesiva, de tal manera que nada de lo nuestro existe instantáneamente y llega a ser plenitud como ser humano en un sólo instante; es necesario que conectemos correctamente estas dimensiones del tiempo en la misma tarea educativa.


Sólo reconociendo nuestra existencia sucesiva y nuestra vinculación de unos con otros como personas y como generaciones, tienen sentido relaciones tan abstractas como el servicio a nuestra patria, porque a cada quien le toca determinada tarea durante el tiempo concreto de su existencia sucesiva. Si alguien quiere construir el México total son su solo esfuerzo, está pensando en lo imposible; a cada uno nos toca poner el ladrillo que la existencia sucesiva personal pone en nuestras manos y entre todos construimos la patria común, como individuos históricos y trascendentes, temporales y abiertos a lo permanente.


Todo ello nos ofrece una opción constante en el ejercicio de nuestra libertad; somos seres con voluntad libre y voluntad en el doble sentido de la palabra, como capacidad de tendencia al bien sin límite y como capacidad de autodeterminación, y este es el reto de formación valoral, ética por excelencia en educación: educar para la libertad, la libertad bien entendida, como posibilidad de realizar responsablemente el bien. De tal manera, existe una articulación educativa esencial entre la verdad, el bien y libertad y ésta es la conciencia, la facultad que se encarga de orientarnos y de juzgar nuestro uso personal de la libertad y también el uso de las libertades ajenas.


Usted es abogado y en el campo del Derecho las normas y los valores son también importantes ¿Cuál es la relación entre Derecho y Educación en cuanto al tema de los valores?


Muy brevemente quiero señalarles como es muy necesaria la relación entre moral y derecho. Para el caso, propondré una tesis sencilla pero orientadora: la moral exige que haya derecho. En clase les pregunto a los muchachos qué opinarían de un gobierno no tan bueno que quisiera perseguir y castigar pecados y no solamente delitos. Obviamente, no le toca eso a la autoridad política, sencillamente debe basarse en una orientación fundamental. La moral exige que hay derecho, la moral se hace derecho para poder regular la conducta de los hombres en sociedad, pero el derecho es moral autolimitada, de tal manera que las normas jurídicas, ni prohiben todo lo inmoral, ni obligan a toda la moral; luego, el derecho es necesario pero no suficiente para la plenitud moral de la vida humana. Esto es muy importante y nos está indicando que el derecho tiene índole moral y que obliga en conciencia. Por eso, cuando el derecho se cumple sólo por medio a la sanción del inspector, la policía o el ejército, la situación de esa comunidad se torna muy seria. El derecho debe comenzar por cumplirse por convicción moral aunque existe la posibilidad de coaccionar a quien no quiera cumplir por la buen. Por ello es muy importante la correcta formación educativa de la conciencia y de la opinión pública, al relacionar desde la escuela la moral y el derecho.


Otra tema fundamental es la relación entre la moral y la educación dentro de una correcta concepción de laicismo. La educación laica de ninguna manera equivale a un vacío de valores, sino que la auténtica educación laica difunde y defiende los valores morales de la naturaleza humana con respeto a las convicciones de creencia o de no creencia sobre algún aspecto en particular. Esta tarea es primordial y representa uno de los aspectos más positivos de la educación integral, asunto que todos los maestros conocen por su propia experiencia de vocación: que la educación debe ser integral, que no solamente debe educarse la inteligencia y la conducta, sino también el corazón y la conciencia.


FUENTE: REVISTA DIGITAL EDUCAR


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